5 Preguntas para saber si tu motivación creativa es interna o externa
La motivación es muy importante para nuestra creatividad, de hecho existe una teoría que afirma que, la motivación es uno de los componentes más importantes para poder desarrollarla.
Existen muchas teorías que describen o modelan cómo las personas nos motivamos, pero si hablamos de creatividad, básicamente existen dos tipos de motivación, que son la interna y la externa.
El tipo de motivación más importante para desarrollar nuestra creatividad es la interna, veamos que características tiene…
La característica más importante que tenemos que observar, es que la motivación interna es propia de lo que hacemos por la acción en sí misma (puede ser una tarea, resolver un problema, o aprovechar una oportunidad) pero no centrado en el resultado de la tarea, en la solución del problema o en el beneficio que obtenemos por aprovechar una oportunidad. La motivación interna permite entonces que disfrutemos de lo que hacemos. Es decir, queremos hacer eso que hacemos, para disfrutar del proceso que atravesamos mientras hacemos lo que hacemos.
Como la motivación interna es propia de cada persona, y es algo que podemos controlar, y es independiente del contexto en el que nos encontremos (aunque existen contextos que potencian la motivación interna y otros que no), no es algo que se nos impone desde afuera, tampoco lo hacemos para estar a la moda, pertenecer a un grupo, evitar un castigo, o por mandato social, sino que es propia de nuestro propósito, nace del “para qué” hacemos lo que hacemos. También se la puede relacionar con lo que nosotros le ofrecemos al mundo, y no, con lo que tomamos del mundo.
Para encontrar nuestro propósito, nuestra misión en la vida, para saber el “por qué” hacemos lo que hacemos, tenemos que conocernos a nosotros mismos. Encontrar una o más cosas que sean totalmente significativas para nosotros. ¿Tenémos una visión de cómo sería para nosotros una vida extraordinaria?, qué cosas haríamos, en dónde viviríamos, quiénes serían nuestros amigos, nuestra pareja, cómo sería nuestro trabajo ideal, cómo sería un día de nuestra vida, etc., tener este tipo de visiones, imaginándonos cual es nuestra mejor versión de nosotros mismos, nos ayuda a conocernos y a encontrar lo que nos motiva internamente.
Cuando las acciones que realizamos se encuentran alineadas con esa visión, y disfrutamos de todas (o de la mayoría de) las cosas que hacemos, -en vez de padecerlas o querer terminarlas rápido para cumplir con algo o alguien y olvidarnos del asunto-, es probable que nuestra motivación sea interna. Esto nos genera energía, alegría, bienestar -algunos autores dicen que felicidad- y nos da ganas de hacer las cosas. La energía, la alegría, el bienestar, la felicidad y las ganas que sentimos producidas de esta manera, son más genuinas y persistentes que si estuviéramos motivados por factores externos.
Pero, pero, pero… en general nuestro contexto casi desde que nacemos nos acostumbran a que nuestras acciones estén guiadas por la motivación externa. Entonces, nos portamos bien para que no nos reten, cuando somos más grandes, hacemos la tarea y estudiamos para no desaprobar, tenemos un trabajo al que llegamos temprano para que no nos descuenten las llegadas tarde y las faltas, nos compramos un auto y/o teléfono y ropa de moda para “pertenecer” a determinado entorno o ser aceptado por algún grupo social, y así casi toda nuestra vida.
Cuando ocurren todas estas cuestiones, que son bastante comunes, estamos siendo motivados de manera externa, y esto no es necesariamente malo, pero depende cómo sea esa motivación externa puede contribuir o obstaculizar el desarrollo de nuestra creatividad. Así que, si lo que queremos es desarrollar nuestra creatividad vamos a tener que estar muy atentos a cuál es el tipo principal de motivación que tenemos, lo ideal sería interna, y si existe externa poder evaluar si la podemos incorporar a nuestros propósitos, valores y necesidades internas. Podemos resumir las características de la motivación externa de la siguiente manera…
Casi que podemos describir todos los aspectos contrarios o complementarios de la motivación interna para encontrar las características de la motivación externa. La más importante, o fácil de descubrir, es que -a diferencia de la motivación interna-, la motivación externa se centra en el objetivo, en la meta, en la consecuencia, y/o recompensa que obtenemos cuando concluimos eso que estamos haciendo. Es decir, no disfrutamos necesariamente de lo que hacemos -y hasta puede que lo odiemos-, pero sí de las consecuencias de la acción. Por ejemplo, no nos gusta quedarnos en el trabajo haciendo horas extra, pero sí disfrutamos de un ascenso por haber cumplido el objetivo trimestral impuesto por la gerencia en donde trabajamos.
Como podemos ver esta motivación externa, se encuentra condicionada al contexto, depende de los demás, y por eso no la podemos controlar, porque no depende de nosotros. En el trabajo podrían cambiar las condiciones del ascenso, podría cambiar el gerente de recursos humanos y dejar los ascensos en suspenso, nos podrían despedir antes de ascender, en fin, pueden ocurrir muchas cosas que no dependen de nosotros. Es por eso, que la motivación externa, es poco constante, varía en función de las situaciones y contextos en los que nos encontremos, es inestable y una forma superficial o poco profunda y persistente de buscar estar motivados.
Siempre que estemos atentos a las consecuencias de nuestras acciones buscando obtener la recompensa y escapando de los castigos, es muy probable que nuestra motivación sea externa. Como vemos, y al revés de la motivación interna, la motivación externa está relacionada con lo que obtenemos del mundo. Y así como la motivación interna se la asociaba a la felicidad, -Aristóteles llamaba “eudaimonia” a la felicidad genuina que es interna-, la motivación externa se la asocia a la felicidad hedónica, relativa a los placeres de la vida, aquella que proviene de factores externos, y que cuando estos desaparecen o cambian, también desaparece este tipo de felicidad. Esto no es necesariamente malo, pero debemos tener cuidado porque podemos depositar toda nuestra motivación y/o felicidad en los demás y no en nosotros.
Entonces, la motivación externa se encuentra asociada a obtener cosas del mundo, a los placeres de la vida, a las recompensas y logros que obtenemos -aun cuando lo que hacemos para alcanzarlos nos disguste- y también cuando hacemos cosas para evitar a toda costa, el dolor, el sufrimiento y cualquier consecuencia negativa que pudiera ocurrir, en este caso también estas cosas que hacemos suelen disgustarnos, pero las hacemos para evitar algo malo.
Ahora nos vamos a plantear 5 preguntas que nos van a ayudar a comprender si lo que solemos hacer lo hacemos en base a una motivación interna o externa.
Pregunta 1.- ¿Quién soy? Empezamos por la pregunta más difícil de responder, pero tenemos que hacérnosla si queremos algún día encontrar la respuesta. Ser quien uno es implica un montón de cuestiones, nuestros valores, actitudes, pensamientos, creencias, acciones, -Aristóteles decía que somos lo que hacemos repetidas veces-. No vamos a poder respondernos rápidamente esta pregunta pero es la más importante y hay que tenerla presente siempre que podamos.
Pregunta 2.- ¿Qué me gusta hacer? Es importante ser consciente de esto, y a veces hacemos cosas en base a imposiciones externas, y no, en base a nuestros gustos. Si nos resulta difícil darnos cuenta qué cosas nos gusta hacer, -a veces pasa-, una pista interesante es prestar atención a aquellas cosas que hacemos sin que nadie nos la pida ni directa ni indirectamente, las hacemos porque disfrutamos con el solo hecho de hacerlas, sin ningún motivo aparente (o externo) más que ese, el disfrute. Otra pista es cuando hacemos algo y perdemos la noción del tiempo, nos damos cuenta que pasaron cuatro o cinco horas pero nos pareció mucho menos. Cuando nos suceden alguna de estas cosas, o quizá las dos, es muy probable que lo que estamos haciendo nos guste.
Pregunta 3.- ¿Cuál es mi propósito? saber si tenemos un propósito en la vida, o también para que nos levantamos todos los días de la cama, nos ayuda a conocernos más a nosotros mismos, y en general, si las acciones que realizamos las hacemos en base a nuestro propósito, es muy probable que estemos motivados de modo interno, ya que el propósito o misión es nuestro, nosotros lo elegimos. También contribuye a que si tenemos en clara nuestra misión, ésta suele tomar dimensiones más grandes que nuestro propio ego, entonces somos menos susceptibles a críticas no constructivas. Nuestro propósito es más grande que nosotros mismos, sobre todo si este es altruista.
Pregunta 4.- ¿Por qué o para qué hago lo que hago? Es una pregunta que está enfocada en nuestras acciones pero nos ayuda a reflexionar sobre si lo que hacemos está alineado con lo que queremos ser o hacer en nuestras vidas. Sin caer en cuestiones externas podemos reflexionar sobre nuestros deseos, pero con cuidado, no nos estamos refiriendo al mundo externo (desear cosas materiales), sino que nos referimos a lo que deseamos ser nosotros, convertirnos en nuestra mejor versión de nosotros mismos.
Pregunta 5.- ¿Qué puedo hacer? En este caso entra en juego nuestra percepción, ¿nos percibimos competentes para realizar aquello que queremos hacer?, una manera interesante de alcanzar aquello que queremos hacer pero percibimos que no podemos hacer es ir igualando nuestras habilidades a los desafíos que emprendemos. Todas aquellas cosas que queramos hacer las vamos a poder hacer, y sobre todo disfrutar, si nos entrenamos poco a poco y vamos aumentando el nivel de dificultad de lo que hacemos a medida que van aumentando nuestras habilidades y competencias para realizar esa acción.